sábado, 7 de mayo de 2011

Poesia de una tarde de lluvia

De repente, estas en casa,
no sabes que pasa,
pero escuchando un fado,
te sientes enamorado.

Te agarras a la almohada,
como si estuviera ahogada,
para salvarla la vida,
pues a ella te sientes unida.

Pero realmente es alreves,
quieres sentirla otra vez,

todo el rato a tu lado,
escuchando o no el fado.

Te pones a llorar,
no lo puedes soportar,
y te dejas llevar,
por todo tu pesar.

Es una sensaicón rara,
a veces parece lejana,
pero está aquí dentro,
y emana de tu centro.

Te gusta tocarla,
te gusta mimarla,
sentir todo su tacto,
y que te cree impacto.

Le pones la pierna encima,
como si tocaras la cima,
apoyas en ella la cabeza,
y te sumerges en la pereza.

La acaricias con toda la mano,
en un movimiento sano,
cierra los ojos llorosos,
y piensa en sus verdes ojos.

Es un momento de paz,
es un momento de quietud,
que no te moleste nadie,
esa es la principal virtud.

Acaricias el papel,
aquel en el que escribes,
es lo que tu sabes,
y el cuerpo te pide.

Necesitas mimos,
esta en todo tu ser,
es como si el destino,
lo hubiera escrito en tu tez.

Sujetas el boli con suavidad,
con gracil fragilidad,
te dejas llevar por ella,
si por aquella plebeya.

Sientes un alegre cosquilleo,
que llega hasta tu ateneo,
que te transmite corriente,
y te sientes sonriente.

Como ves, es una poesía sencilla,
para nada intervenida,
emanada de mi epicentro,
autodidacta y sin conocimiento.

Besos

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